lunes, 21 de mayo de 2012

EPOCA DE ORO DEL CINE MEXICANO

Introducción
Época de oro del cine mexicano.

UNA abundante producción y un mercado bien establecido son dos factores básicos para que se presente una época de oro en cualquier medio. Nuestra llevada y traída época de oro del cine nacional no es más que la exitosa conjunción de ambos factores.

La producción cinematográfica mexicana había alcanzado en 1939 un alto nivel. De hecho la época de oro comenzó años antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, un factor muchas veces citado como causa directa de esta etapa.

Allá en el Rancho Grande (1936) de Fernando de Fuentes, fue el filme que encontró la fórmula comercial capaz de convertir al cine mexicano en una verdadera industria. Era un melodrama ranchero, con una historia semejante a la del filme mudo titulado En la hacienda (1920). La trama, ubicada en una idílica hacienda en una época indefinida, estaba matizada por canciones interpretadas por el galán Tito Guízar.

Un breve análisis del filme apunta a las posibles causas de su éxito nacional e internacional. Primero, aunque el tema es campirano, la época en que se ubica la historia no corresponde a una realidad determinada; la revolución está ausente en todo momento, y los problemas más importantes son de carácter amoroso. Segundo, el prototipo de charro encarnado por Tito Guízar no corresponde en su totalidad al "modelo oficial" del charro mexicano. Guízar, de piel blanca y ojos claros, parece más un bonachón vaquero texano que un charro cantor. Finalmente, la estructura de la historia corresponde más a una comedia norteamericana que a un melodrama mexicano.

Allá en el Rancho Grande (1936) fue la primera cinta mexicana que mereció estreno en los Estados Unidos con subtítulos en inglés, es decir, para público de habla inglesa. También mereció el honor de ser la primera cinta nacional que ganó un premio internacional: el de mejor fotografía, otorgado a Gabriel Figueroa en el Festival de Venecia de 1938. El filme cautivó al público en todos los países de habla hispana, y abrió las puertas a la catarata de filmes que consolidaron la época de oro.

Nuestra cultura televisiva nos ha condicionado a considerar cualquier película mexicana en blanco y negro como perteneciente a la época de oro. Siendo puristas, los verdaderos "años dorados" corresponderían a los coincidentes con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

En estos años, factores políticos influyeron enormemente en el desarrollo del cine mexicano. Uno de ellos fue la postura del gobierno mexicano ante la guerra. En 1942, tras el hundimiento de barcos petroleros mexicanos por submarinos alemanes, el presidente Manuel Ávila Camacho declaró la guerra a las potencias del Eje, Alemania, Italia y Japón. Esta postura oficial nos colocó enmedio del conflicto, de parte de los Aliados.

La decisión de Ávila Camacho salvó, colateralmente, a nuestro cine de la extinción. La guerra había causado una disminución en la producción de muchos bienes de consumo, el cine incluido. Los materiales con que se fabricaban las películas y el equipo de cine se consideraban importantes para la fabricación de armamento (la celulosa, por ejemplo). Esto racionó la producción cinematográfica norteamericana, además de que el cine europeo sufría porque la guerra se desarrollaba en su terreno.

En 1942, la industria de cine mexicano no era la única importante en español. Argentina y España poseían ya un lugar dentro del cine de habla hispana. Ambos países se declararon neutrales durante el conflicto y España acababa de salir de su propia Guerra Civil. Sin embargo, en la práctica, las dos naciones mantuvieron vínculos más que ligeros con Alemania e Italia.

La decisión de alinearse con los Aliados trajo para México un estatus de nación favorecida. El cine mexicano nunca tuvo problemas para obtener el suministro básico de película virgen, dinero para la producción y refacciones necesarias para el equipo. España y Argentina nunca tuvieron un apoyo semejante por parte de Alemania o Italia, y el curso de la guerra marcó también el curso de las cinematografís de estos países.

En el panorama nacional, la situación de guerra también benefició al cine mexicano porque se produjo una disminución de la competencia extranjera. Aunque Estados Unidos se mantuvo como líder de la producción cinematográfica mundial, muchos de los filmes realizados en ese país entre 1940 y 1945 reflejaban un interés por los temas de guerra, ajenos al gusto mexicano. La escasa producción europea tampoco representó una competencia considerable.

El auge del cine mexicano favoreció el surgimiento de una nueva generación de directores: Emilio Fernández, Julio Bracho, Roberto Gavaldón e Ismael Rodríguez, por mencionar a algunos. Para el público, sin embargo, fue más interesante la consolidación de un auténtico cuadro de estrellas nacionales. María Félix, Mario Moreno "Cantinflas", Pedro Armendáriz, Andrea Palma, Jorge Negrete, Sara García, Fernando y Andrés Soler, Joaquín Pardavé, Arturo de Córdova y Dolores del Río serían las figuras principales de un "star system" sin precedentes en la historia del cine en español (García Riera, 1986: 125).

En esos años, el cine mexicano abordó más temas y géneros que en ninguna otra época. Obras literarias, comedias rancheras, películas policíacas, comedias musicales y melodramas, formaron parte del inventario cinematográfico mexicano de aquellos años.

El cine de Emilio Fernández fue el único de esa época que mantuvo una relación abierta con el tema revolucionario. Curiosamente, el cine mexicano de la época de oro ha quedado "marcado" por la estética de la revolución, aunque en realidad fueron pocas las películas que se realizaron con ese tema durante la guerra, y casi todas fueron filmadas por Fernández.

Emilio Fernández inició su carrera en Hollywood, como actor en el "cine hispano". Después de una breve carrera como actor en nuestro país, Fernández debutó como director con La isla de la pasión (Clipperton) (1941). En 1943, respaldado por la compañía Films Mundiales, formó mancuerna por primera vez con el fotógrafo Gabriel Figueroa, el guionista Mauricio Magdaleno y los actores Dolores del Río y Pedro Armendáriz. Este equipo de trabajo sería el responsable de la mayoría de los filmes que dieron fama mundial a México.

El cine de Emilio "Indio" Fernández es el que mejor asimiló la herencia estética de Eisenstein. El famoso estilo fotográfico de Gabriel Figueroa fue producto directo de aquellas inolvidables imágenes plasmadas en ¡Qué viva México! (1930-1932).

Flor silvestre (1943), María Candelaria (Xochimilco) (1943), Las abandonadas (1944) y Bugambilia (1944) fueron los primeros éxitos de Fernández y su grupo. La perla (1945) con Armendáriz y María Elena Marqués, y Enamorada (1946) con Armendáriz y María Félix, terminaron de consolidar a Fernández como el director mexicano más importante durante la época de oro.

Al terminar la guerra, el cine mexicano gozó del prestigio que había alcanzado durante unos años más. Sin embargo, el repunte del cine norteamericano y la aparición de la televisión representaron una seria amenaza para una cinematografía que ya daba señales de cansancio.

En 1946 asumió la presidencia el veracruzano Miguel Alemán Valdés. La llegada al poder de Alemán representó un cambio importante dentro de las estructuras del poder político en México. Alemán era el primer civil que llegaba a la presidencia desde 1932.

Entre 1946 y 1950 ocurrieron cosas importantes dentro del cine nacional: Emilio Fernández consolidó su fama mundial al obtener distintos premios internacionales, el director español Luis Buñuel inició la etapa mexicana de su filmografía y Pedro Infante se convirtió en el actor más popular de nuestro país.

A pesar de ello, el cine mexicano comenzó a manifestar síntomas de no estar del todo bien. Para preservar el ritmo de trabajo alcanzado durante la guerra, las compañías productoras decidieron abaratar los costos de producción de las películas. De esta manera proliferaron los llamados "churros": películas de bajo presupuesto, filmadas en poco tiempo y de mala calidad en general.

Bajo el gobierno de Alemán se decretó la Ley de la Industria Cinematográfica. En ella se dejaba a la Secretaría de Gobernación, por conducto de la Dirección General de Cinematografía, el estudio y resolución de los problemas relativos al cine. Esta decisión -que con el tiempo afectaría negativamente al desarrollo de nuestro cine- fue tomada por la necesidad de controlar al monopolio de la exhibición cinematográfica que existía en esos años (García Riera, 1986: 160).

Para 1949, la exhibición de películas en la República Mexicana estaba casi totalmente controlada por un grupo encabezado por el norteamericano William Jenkins. Al pasar el control del cine a la Secretaría de Gobernación, Alemán intentó desmantelar el monopolio, al mismo tiempo que dio el primer paso para la burocratización del cine, un lastre que la industria ha venido arrastrando hasta nuestros días.